La autora que amamos gracias a “El Ruiseñor” nos comparte esta conflictiva historia entre dos hijas y su madre. Cuando el padre fallece, la familia se desmorona porque la madre se retrae en sí misma. ¿Qué es lo que hace que la retenga de conectar con sus hijas?
Hay más de lo que vemos en las personas. Los libros nos ayudan a mirar con ojos más introspectivos esas vidas de las cuales somos parte por un breve tiempo, esas vidas que las vivimos en carne propia, y por eso hay personajes a los cuales no podemos olvidar.
Nina y Meredith son dos hermanas que no podrían ser más diferentes pero a las que las une el sufrimiento a causa del rechazo de su madre. Por eso, cuando arranca la historia vamos viendo cómo se da eso en la dinámica familiar y cómo influyó en ambas mujeres, muchas veces sin que ellas mismas se den cuenta, empujándolas a tomar las elecciones en su vida y a transitar ese dolor por distintos caminos.
Un dolor que se hace muy evidente cuando su padre ya no está con ellas. La historia transcurre en los Estados Unidos en los 2000 y en paralelo vamos leyendo otra historia, la de una familia en Leningrado en 1941 y cómo la guerra va separando a cada miembro de la familia.
¿Qué relación tiene esa historia con estas mujeres y su madre? Eso es lo fascinante de esta historia. Solamente podemos salir más empáticos tras conocerla. Sobre todo en estos tiempos.
Ya en El Ruiseñor, Kristin Hannah me cautivó por completo con los perfiles de dos resilientes y complejas hermanas francesas, y en esta historia las mujeres que retrata no son la excepción.
“Y tal vez así era como se suponía que debía ser … La alegría y la tristeza eran parte del paquete; el truco, tal vez, consistía en dejarse sentir todo, pero aferrarse a la alegría con un poco más de fuerza”.
Kristin Hannah, Jardín de invierno